La importancia de realizar un buen cierre es clave en el voluntariado con un niño o adolescente con cáncer
Cuando acompañamos a las familias a lo largo del proceso de la enfermedad, les ofrecemos recursos para volver a la «normalidad». En este proceso también se incluye la despedida.
La despedida, como en cualquier ámbito de la vida (social, académico, laboral…), es una oportunidad para expresar gratitud y reconocimiento, un acto que nos ayuda a crecer, reflexionar y aprender. Las despedidas son tan o más importantes que los inicios ya que nos permiten poder cerrar el círculo para empezar de nuevo. Poner punto y final nos ayuda a situarnos frente a los demás pero, sobre todo, frente a nosotros mismos.
Si tuviéramos que poner un ejemplo, sería como cuando un amigo se va y no sabe cuándo volverá, cuando una pareja rompe para siempre, cuando un abuelo muere poco a poco o cuando alguien muere de forma repentina, cuando un hijo crece y quiere independizarse, cuando una amistad que se agrieta o cuando hay un despido laboral. Las despedidas pueden ser tristes, dolorosas, incomprensibles pero también liberadores, pacíficos, saludables y sanadores.
Volviendo al caso del voluntariado con un niño/a o adolescente con cáncer, puede haber muchos formatos de cierre, basta con imaginación: una merienda, una actividad al aire libre o cualquier otra propuesta que salga de la rutina cotidiana. Lo importante es generar un buen recuerdo con el que ganaremos resiliencia y ésta nos permitirá reponernos de un percance o alguna pérdida.